A 8 grados bajo cero es posible dejar de sentir el frío y en cambio estar congelado tratando de dormir bajo seis edredones.
Cuando el corazón se hiela el clima se invierte burlonamente.
Es entonces cuando desaparece el sueño y merma el hambre.
Se reduce el número de abrazos que entregas y aumentan las colillas en tu cenicero.
Es la muerte del alma, tétrico funeral que carece de melodía.
¿Cómo llorar tu propio final sin perder un ápice de dignidad?